INTERVIEW TO CARAVELLI

from "Gente" magazine (Argentina), around 1970

Many, many thanks to Horacio Miguel Vazquez for providing me this interview!
You can also check a loose translation into English done by me.

300 HORAS 300 EXITOS


CARAVELLI, UNO DE LOS MUSICOS MAS COTIZADOS EN EL MUNDO ENTERO, ESTUVO EN BUENOS AIRES. TIENE 39 AÑOS, CASADO, DOS HIJOS. ESTA CONSIDERADO COMO EL MAS PROLIFICO DE LOS AUTORES MODERNOS. AQUI ESTA, UN TALENTO.
 

Claude Vasori tiene 39 años. Pese a su juventud está catalogado como uno de los directores orquestales más importantes del mundo. Ha compuesto la música de infinidad de películas. Lleva editada una enorme cantidad de long-plays, todos con increíble éxito de venta. Su prestigio internacional lo obliga a viajar continuamente de un país a otro para poder cumplir con los innumerables compromisos. Recientemente estuvo en Buenos Aires; fueron cuatro días en los que tuvo que conceder entrevistas, sufrir el asedio de miles de admiradores, acudir a recepciones, participar en programas de televisión. Claude Vasori se las ingenió lo mejor que pudo para cumplir con todos... incluso con su sueño. Pero esta enloquecida actividad es para él la acostumbrada; y la explicación puede surgir de cosas muy simples, por ejemplo de la de leer en sus autógrafos el nombre: "Caravelli"; un nombre que eligió sin razón alguna.

Ocupa la suite 744 del Plaza Hotel. Son las tres de la tarde. Un óvalo de luz penetra a través del amplio ventanal que se abre sobre la Plaza San Martín para detenerse sobre el piso. Ese haz de luz basta para inundar toda la habitación. Caravelli está ahí, de pie, observando ese pequeño trozo de ciudad a sus pies. "No he tenido oportunidad de conocer vuestro país. Solamente un poco de Buenos Aires. ¿Mi impresión?: que es un país "verde", a diferencia de otros países americanos, ya más quemados por el sol. Sí, Argentina es un país inmensamente verde, y eso es algo que no debe perder. El colorido de un lugar es lo único que lo hace diferente de otro. Todo tiene su color". "¿La música también?" "Principalmente. Ayer tuve la suerte de conocer a Piazzolla: un auténtico músico con color propio. Por eso no quisiera que una música tan buena como la vuestra perdiese su verdadero sabor; el color en la música es tan importante como el acento en el hombre".

Bajo, un metro sesenta de estatura. El pelo negro y unos rarísimos bigotes muy finos le marcan la sonrisa con la que subraya cada ocurrencia. Da la imagen de ser un hombre tranquilo, pero al mismo tiempo lleno de vida. Fuma despaciosamente sus cigarrillos "Gitanes". Parece no tener apuro. Observa todo con una expresión reposada. Sonríe en silencio. Lleva puesto un traje gris claro, camisa celeste y una corbata amarilla. Espera las preguntas.

- Cuénteme algo suyo, Caravelli.

- ¿Qué cosas quiere saber?

- Sus padres, su infancia, usted sabe... todo eso.

- Nací el 12 de septiembre de 1930, en Venecia. Pero no soy italiano. Más bien soy mitad francés, mitad italiano. ¿Mis padres? Giusseppe Vasori - veneciano - y Giselle Lamar, de París. Tengo un hermano, Josseffe, que es un orgullo de nosotros: tiene tan sólo 27 años y es profesor de literatura en la Universidad de París. De mi infancia es poco lo que le puede interesar. Estudié arte escénico a los siete años. A los trece ingresé en el Conservatorio de Música de París, ciudad donde mi familia se había radicado definitivamente en 1947. Estudié música clásica, pero me entusiasmaba el jazz y la música popular. En 1950 ya acompañaba a "vedettes" famosas en sus giras internacionales, pero mi gran ilusión no era la de ser un acompañante sino llegar a formar mi propia orquesta para hacer lo que a mí me gustaba. Sólo en 1959 pude plasmar mi sueño en realidad. Resulta que estando en Nueva York unos amigos me presentaron a Ray Ventura. Le expuse mis proyectos, le conté qué era lo que deseaba hacer: una orquesta con estilo propio, "a lo Caravelli". Me entusiasmé y me fui por las ramas. De pronto me di cuenta de lo que estaba haciendo. Me puse de pie, di media vuelta y me fui. Eso no andaba. Pero parece que Ventura no pensó lo mismo: a la semana me fue a buscar, él personalmente y firmé contrato. Así nació el actual Caravelli. Lo demás fue tan sólo cuestión de tiempo y sacrificios.

Ese fue el comienzo de quien no mucho más tarde ganaría el Festival de Eurovisión, vendería millones de discos y conquistara al público internacional con su maravillosa orquesta.

- Se lo acusa de hacer música comercial.

- Están equivocados. No hago música comercial. Eso sí: debo responder ciertas exigencias, sobre todo cuando estoy respaldado por una empresa que necesita ganar y no hacer simplemente arte.

- ¿Entonces lo suyo no es arte?

- ¿Quién dijo eso? La música es un arte, pero la actividad debe ser tomada con sentido profesional.

- ¿Qué tiempo le dedica a la música?

- Mucho. Más de quince horas diarias. Termino realmente agotado. Por eso no es que no tengo tiempo para otra cosa que no sea el descanso o mis amigos.

- ¿No lee?

- Jamás. Ya le he dicho que necesito descanso y la lectura exige una cierta concentración que no puedo realizar luego de mis estudios y arreglos orquestales.

- ¿Ideas políticas o religiosas?

- No creo que le interesen a nadie; por eso jamás hago declaraciones de ese tipo. Lo único que le confieso a mi público es mi música, que, por otra parte, es a través de lo que me conoce. Si quiere le puedo decir que la verdadera religión es la de un hombre dándose la mano con otro...

- ¿Qué religión es ésa?

- La amistad.

Camina lentamente por la calle Florida. Un grupo de chicas se detienen intrigadas por tanto alrededor de este hombrecito vestido de gris. Cuando se enteran quién es se le echan encima. Autógrafos. Caravelli sonríe. Guiña un ojo a una de ellas, le murmura algo a otra, termina sus firmas con un piropo.

- ¿Mujeres?

- ¡Qué le parece! ¿O se le olvida que tengo sangre francesa e italiana?

- ¿Qué mujer?

- La mía: Ivonne. Es una mujer magnífica. Tengo dos chicos: Patrick (19) y Dominique (18). Los dos siguen el camino del padre.

- Lo que quise preguntarle es qué tipo de mujer prefiere.

- ¡Las bellas! Pero también deben ser inteligentes. Si no muere cuando se termina el amor. Y la inteligencia hace que la mujer lo sobreviva.

- ¿Qué cosas le desagradan en la gente?

- La injusticia y la mentira: ¡ah!: también la estupidez.

- ¿Qué cosas espera encontrar en una persona?

- Nada. Eso sí: hay virtudes que admiro: el amor y la amistad.

- ¿Qué son para usted el amor y la amistad?

- Dos cosas totalmente distintas. El amor tiene un principio físico, pasional. Uno puede amar a sus parientes y siempre habrá en ese amor una entrega física que nos hará sentir parte del otro. En cambio, la amistad es algo distinto.

- ¿Por ejemplo?

- Es sentirse bien con una persona, es decir y esperar la verdad del otro. Es sentirse apenado y poder tener alguien con quien darnos la mano... son muchas cosas...

- Si tuviese que optar entre el amor y la amistad: ¿qué elegiría?

- No se puede elegir, mi amigo. ¿O usted piensa que el amor y la amistad son platos que se consumen en un restaurante?

De vuelta en su habitación del Plaza. Otro "Gitane" se consume entre sus dedos. El óvalo de luz ya no da sobre el suelo. Ahora ilumina una pared. Todo más tenue. Más diluido. Sobre una cómoda una bandeja con un vaso y una botella de soda delata a medias que el 744 está ocupado. Por lo demás sería difícil darse cuenta. Un orden recargado descansa mansamente en la suite. Caravelli se ha quitado el saco. De nuevo está ahí, atisbando por el raro ventanal esta curiosa Buenos Aires verde. Piensa en Ivonne y en sus hijos. Sabe que los verá sólo un día y otra vez deberá partir, esta vez hacia los Estados Unidos. En Francia lo estarán esperando en alguna de las cuatro casas que Caravelli posee.

- ¿En qué piensa, Caravelli?

- En nada.

- ¿Seguro?

- Seguro. Sólo miraba, nada más.

- ¿Qué cosa?

- La gente, esa de allá abajo. ¿La ve?

- ¿Y qué le llama la atención?

- No sé, se los ve muy pequeños. Sin detalles.

Este hombre llamado Caravelli no puede distinguir desde tan alto que allí abajo, muy cerca del gomero, la pareja sentada sobre el césped se quiere en silencio.

HERNAN FIERRO COLOMBRES
FOTOS: GABRIEL ALVARADO